«La Primera» – Concurso Relatos 2023 – 7º Puesto

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El verano, ese periodo de vacaciones relax y fiestas en la playa a veces se parece más a un infierno y no sólo por el calor de algunos de sus tórridos días. 

Pere lo sabía bien, y cuando llegó septiembre estaba quemado, muy quemado. Por su relación, por esos amigos que no lo eran tanto, por la vuelta al trabajo que se le hacía cuesta arriba, más de lo acostumbrado. 

Por eso, esa noche que había decidido pasarla solo también se le hizo insoportable, y para mitigar ese malestar que sentía cerca de la boca del estómago, decidió abrir Grindr para encontrar algo de sexo, de contacto esporádico que le hiciera pasar el rato y pensar en otra cosa. 

Lo que Pere no sabía es que esa noche Grindr traía algo más bajo el brazo, un regalo inesperado, una oferta que bajo ese manto gris de melancolía, desamparo y soledad no pudo rechazar como había hecho tantas otras veces. Esa noche su compañero de sexo le ofreció un “Pincho”, una inyección intravenosa de Mefedrona y la respuesta fue un “Sí”. 

Nunca antes había tomado drogas, así que el efecto fue brutal. Una sensación de poder, de satisfacción, de plenitud, como no había sentido antes; sentía que para el todo era posible, que no había límites, y no sólo tuvo sexo como un loco con su compañero, también hicieron juntos cosas, cosas que no puedo contar aquí y que Pere ya nunca pudo olvidar, como esa sensación, que le acompañó durante mucho tiempo, hasta ahora. Hoy cuando escribo esto, hace cuatro años de esa noche. 

Desde ese día de primeros de septiembre de 2019 Pere no ha vuelto a consumir, pero asegura que cada día, incluso varias veces al día recuerda ese momento. Ese en el que sintió ser capaz de todo, y el mundo era pequeñito a sus pies. Siente ganas de repetirlo, y se masturba con imágenes en donde aparecen chicos pinchándose en páginas porno de internet. 

No pasa de ahí, pero sabe que hay una fina línea para que lo haga, tal vez otra noche de soledad, tal vez otro episodio de desengaños que le haga tirar la toalla y entregarse. Por eso Pere está atento, vigilante, escuchando su corazón y acariciándolo a ratos para que no sufra, más de lo necesario. 

Porque sabe que, si se duerme, si se pierde y consume de nuevo, tal vez no tenga otra oportunidad de volver a ser el Pere de antes, porque una vez que consumes ya nada es igual. 

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