Si pudiera recordar la primera vez que me he drogado para intensificar el sexo, aún no sabría exactamente cómo empecé a auto-coaccionarme para sobrepasar mis propios límites.
Quizás fueron estos miedos, antes desconocidos, los que me llevaron hacia una conducta sexual compulsiva, la misma que me impulsa a escribir hoy.
La verdad es que la cocaína se fue integrando en mi vida de manera gradual:
primero en discotecas, luego como un estímulo para ir al gimnasio o como solución para sobrellevar las resacas del lunes en el trabajo. Poco a poco, noté que, al suprimir mi apetito, ya no necesitaba vomitar después de los atracones causados por la ansiedad… Y así, de gramo en gramo, la cocaína me fue convenciendo de que, con ella, tal vez podría ser una versión mejorada de mí mismo.
Recuerdo esas veces en las que, con una confianza inusual en mi antiguo yo, me decía o pensaba cosas como: “No es demasiado pronto para animarte», «¿Qué pasa, tienes miedo?», «Si de verdad quisieras disfrutar, lo harías», «Eres terrible en esto y solo así podrás soltarte sin miedo», «No vas a quedarte con las ganas», «Así podrás seguir el ritmo de los demás”.
Detrás de cada “¡vamos, dale!” había siempre un “no lo sé», «quizá más tarde»,
«mejor no sigas». Una voz que, aunque no la había invitado, me incomodaba con la conciencia de lo que estaba ocurriendo. Y, a pesar de la culpa que aparecía cada vez que cedía a esa necesidad de consumir, seguía haciéndolo, una y otra vez, hasta que el deseo se volvía más fuerte que cualquier razonamiento.
Rodri.
Hola yo los leo desde México, podría compartir casi lo mismo que él, solo la sustancia es, era diferente: el cristal, en donde siempre mis reflexiones, culpas terminaban siempre frente al espejo: porqué hago más cosas? porqué me desinhibo y me siento más libre? Porqué si soy el mismo,–y me tocaba la cara frente al espejo–no me hace más guapo físicamente, soy el mismo, quiere decir que está dentro de mi!!..pero porque solo el cristal lo saca para ligar o tener sexo…