CINCO: Cómo conocí a mi camello

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Llevaba unas semanas quedando con un chico en su casa, donde estábamos todas las noches drogándonos y follando. Con él descubrí el placer del dolor, tanto física como emocionalmente.

En su habitación de la Ronda Sant Antoni, que era donde nos pasábamos horas y horas juntos, tenía todo lo que se necesitaba para pasar buenos ratos.

Una de las primeras noches me di cuenta que, en uno de los rincones, había un jarroncito con unas fustas de madera y cuero.

Yo, haciéndome el tonto le pregunté para qué servían esas objetos. Él me hizo, previo petición suya y aceptación mía (hay que ser conscientes que este tipo de situaciones siempre tienen que ser aceptadas por ambos lados y con unas reglas de juego establecidas, habladas y aceptadas también por los dos), una demostración práctica.

Primero suavemente, y después fue subiendo de forma gradual, viendo que yo pegaba pequeños aullidos de placer cada vez que me daba con una de las fustas.

Una de esas noches, sin saber aún que iba a ser la última, fue extrañamente rara, ya que se trataba de la noche antes de que tuviera que irse de aquel piso, aunque yo no lograba entender el porqué, entre calada y polvo, le iba ayudando a terminar de guardar todas sus cosas. Y en un momento dado, empezó a ponerse nervioso y agresivo. La razón fue que ¡su bolsita con tina había desaparecido!

Desde ese momento su actitud hacia mí cambió totalmente. Me empezó a tratar de forma muy dura y agresiva, en todo momento desconfiando de mí. Desmontamos y montamos todas las cajas que habían dentro de la habitación, y cuando ya se vio que no estaba su bolsa dentro de las cajas, se giró directamente hacia mí y me gritó un “¡desnúdate!”, y empezó a quitarme toda la ropa y la fue revolviendo toda, mirando todos los bolsillos.

Mientras hacía todo eso, llamó a su camello y le dijo lo que pasó. Justo después, se fue un momento a la cocina, momento que aproveché para cogerle el móvil y averiguar el teléfono de su camello, copiándolo a mi agenda del móvil. ¿Por qué lo hice?, aún no lo sé, la verdad… Pero al momento de llegar de nuevo a la habitación, un poco más tranquilo, me dijo que me fuera de su casa, que no quería saber nada más de mí. Y así fue, nunca más supe de él.

Y de esa forma, a las 3 de la mañana, estaba en medio de la Ronda Sant Antoni, nervioso, sudado, hiper colocado y llorando, porque no sabía qué hacer en ese momento. Era una sensación de impotencia por haber sido tirado a la calle por una persona a la que le estaba cogiendo cariño, para que negarlo, después de tanto tiempo y cosas hechas juntos. Era una sensación de soledad, por no poder hablar con nadie en ese momento de la gente a la que conocía, y mucho menos el volverme a casa de mi familia y que me vieran en un estado tan penoso.

Y por eso, cogí el teléfono y llamé al camello. Le llamé y le dije que necesitaba hablar con él, diciéndole que yo era el chico que estaba en casa del chico emparanoiado que le había llamado durante aquella noche por la pérdida de sus 5 gramos de tina.

El camello me dijo que fuera a su casa, me pasó la dirección y pasé el resto de la noche allí, eso sí, de tranquila no tuvo nada la noche… Estuvimos follando y colocándonos como cosacos los cuatro que estábamos allí (cuando llegué, ya estaban allí dos “amigos” suyos).

Fue una sensación totalmente diferente a la fiesta de sexo con el tío con el que hice slam. También hay que decir que fue un sin parar de consumir diferentes tipos de drogas en todo momento, y aunque en toda esa mañana no me dio ningún chungo en todo el rato, a uno de los chicos sí, y aunque no actuaron de la forma que yo esperaba (que era como me enseñaron mi antiguo grupo de amigos, preocupándose por el bienestar del chico), tampoco le hicieron ni le tocaron en ningún momento, lo único que se le hizo fue ayudarle a estar acostado en un sofá hasta que se despertó.

Pero hay en otros sitios, como en algunos chills o clubs de sexo, que si se producen hechos como el de empezar a tocar a la persona que está KO o incluso a follárselo, de forma abusiva, ya que la persona no tiene forma de defenderse ni aceptar o negar las acciones que le pudieran hacer, como continuar drogándolo estando inconsciente, robarle parte de sus cosas o vestirle y echarle como una bolsa de basura a la calle para que así no sea molestia.

Y así, chicos y chicas, es como conocí a mi camello.

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