Evangelio del Silencio Roto: Naiô Y Adrià (parte 5 de 9)

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APARTADO 4.1: EL PLANO SUPERIOR

Mientras la arena contenía su respiración,

y Noam se deshacía en su mirada hacia Níker,

dos figuras más contemplaban, desde lugares distintos,

la escena que estaba transformando el aire.

 

Una estaba arriba.

Casi fuera del tiempo.

Suspendido en un plano donde no existe la gravedad de los cuerpos.

 

Y otra estaba abajo.

Entre la gente.

En el mundo.

Con los pies manchados de polvo y los brazos cruzados sobre una historia que no se nombra.

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Evangelio del Silencio Roto: Noam (parte 4 de 9)

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El sol comienza a inclinarse sobre el Coliseo.

No es un sol real, sino uno suspendido, simbólico, como una lámpara ancestral que tiñe de oro las paredes y los cuerpos.

 

Y bajo esa luz, Noam reaparece.

 

Está allí.

En pie.

Como si nunca hubiese estado sentado.

Como si siempre hubiera pertenecido al momento exacto en que el deseo se hace herida.

 

Su cuerpo parece tallado en una promesa incumplida.

Tiene los hombros tensos, como si cargara no solo su nombre, sino todos los que ha tenido que dejar atrás.

Sus brazos —largos, definidos, salpicados de lunares pequeños— respiran bajo la piel un temblor que no se ve, pero que vibra.

Las venas dibujan un mapa de esfuerzo y castigo.

Se enroscan en espiral sobre sus bíceps y antebrazos, como si quisieran escapar, como si fuesen serpientes que conocen demasiado bien el veneno.

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Evangelio del Silencio Roto: El vínculo. (parte 3 de 9)

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El Coliseo ha dejado de rugir.

Porque el rugido ya no viene del público.

Viene de dentro.

De las vísceras.

De los ojos.

De la tensión entre dos cuerpos que ya no necesitan palabras.

 

Níker da un paso.

 

Y algo cruje en el aire.

 

Es un paso lento, medido.

El polvo se levanta apenas.

Pero el eco es profundo, como si la piedra misma lo reconociera.

Como si el Coliseo supiera que ese paso no es solo movimiento.

Es decisión.

Es un pacto que se reactiva.

Es la continuación de una ceremonia que comenzó mucho antes de este día.

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Evangelio del Silencio Roto: La Llama en el Centro (parte 2 de 9)

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Sección 1: El Umbral

El Coliseo tiembla.

No por un rugido.

No por una multitud.

Tiembla por un hombre.

Uno solo.

Que decide cruzar el umbral.

Y entregarse.

No a un verdugo.

Sino a su destino.

Hay un momento exacto en que el silencio se vuelve respiración.

Ese momento ha llegado.

El espacio es sagrado.

No es una simple arena: es una cúpula ancestral tallada en piedra viva, abierta en su cima, donde el cielo observa sin intervenir.

El Coliseo es circular, pero el círculo no es perfecto.

Hay grietas en los muros, bloques de mármol que han sido tallados, rotos, reparados.

Las gradas se elevan como olas detenidas.

Los primeros asientos, tallados en piedra, están cerca del polvo.

Más arriba, columnas entre sombras.

Y en lo más alto, una galería abierta donde solo se sientan los que ven más allá.

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Primera vez

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Por Letra H

Mañana me vuelvo a ir de casa de mi familia después de 3 años y medio, una pandemia por en medio, un cambio de grado universitario, un cambio de forma de ser, de expresarme. Y justo el día antes de mudarme, cuando creo que ya estoy preparado para todo, me doy cuenta de que aún no estoy preparado para todo. Nunca os ha pasado que quieres dar un paso adelante y de repente te tropiezas con una piedra inesperada que ni sabías de su existencia. Pues a mí me ha pasado, y cómo me genera malestar, he decidido compartirlo con vosotres, por si os sentís identificades. Continuar leyendo «Primera vez»

El cohete de mi vida

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Escrito por El chico del espejo

 

Mi experiencia con las drogas es algo que siempre me ha gustado y he fumado porros pero no fue hasta la pandemia que descubrí los chills y la mefe y el chorri. Pase la cuarentena con mi hermano y su novia y eso derivó a que eventualmente me escapase para pasar noches con chicos bebiendo y colocándonos entre nosotros. Continuar leyendo «El cohete de mi vida»

El autoengaño

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Es tan fácil acostumbrarse a la mentira como a la droga. Con todo, tiene su función. Quizás entonces no me sintiera preparado para afrontar los hechos. Lo malo es que, una vez reconoces lo que hay no puedes volver atrás, no puedes ignorarlo otra vez. 

Muchas veces me negaba a reconocer una situación porque eso implicaba hacer algo respecto a esa realidad, enfrentarme a ella, tomar decisiones, algunas muy duras. Aunque la zona de confort sea una mierda, casi se prefiere a lo desconocido. Continuar leyendo «El autoengaño»

El vacío

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Escrito por Letra H.

Son las cinco de la mañana y como siempre, cuando no puedo dormir, me gusta escribir un poco por lo que paso, para sanar, para volver a poner orden a aquello que me tiene desorientado y para comprender. Normalmente, me pasa, o porque he consumido el día anterior, y la resaca me deja en estado melodramático, o porque como me ha pasado ahora, porque he visto una peli, serie o libro que me ha transmitido un sentimiento muy fuerte, el cual luego me impide dormir. Continuar leyendo «El vacío»

Un luto para siempre más

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Estoy borracho. Es así y prefiero dejarlo claro antes de que alguien se moleste en leer estas líneas. Borracho a la vez que infeliz, frustrado y enjaulado. Me ha apetecido escribir así, sin ton ni son porque creo que este es el momento en que, pese a mi ligera incapacidad etílica, puedo expresar mejor lo que tengo en mente. Constantemente. Día tras día. Y que cristaliza en momentos como este, los más atómicos.

Esto es un luto, una renuncia, un duelo, un quéseyó donde se mezcla dolor, tristeza y nostalgia.

Desde que decidí abandonar el chemsex (decidir? tener que?), mi vida ha sido un freno constante. Mi vida social ha quedado descabezada, entrecortada, sujeta a esos momentos de abismo en los que tienes que, pese a que se te lleven los demonios, volver a casa forzadamente.

Hoy salí a tomar algo. Después cenar. Después algunas copas más. Y mis amigos han decidido ir a un club de sexo. Para mi ha sido el fin de la noche. Nox interruptus, o como se llame. Es la señal que yo me tengo que retirar, mal me pese. Llevo ya dos años así, y nunca se acaba. Nunca veo el momento de decir “esta vez sí, esta vez podrás controlarte”. Nunca pasó y sé que nunca pasará. 

Y con esto me doy cuenta de que parte de mi vida se fue por la borda cuando tomé esa decisión (de la que no me arrepiento), para salvarme. Ya nada volverá a ser lo mismo. Ya no podré explorar esos recobecos de mi sexualidad ni sumergirme en nuevos placeres, porque siempre los vincularé a las drogas, y estas serán un fantasma que acechará en las sombras de cualquier cuarto oscuro, cualquier portal o baño de discoteca.

Tengo que acostumbrarme a ello pero no pasa nunca. Pisar una sauna? Ya nunca jamás. Pero lo deseo. Deseo eso que tanto me jodió y deseo no tener ese deseo. O volverlo a descubrir otra vez de cero, aunque me diera problemas, pero desde la tabula rasa de la no-dependencia, ni física ni psicológica, a la tina, a la mefedrona al slam al globo a la sensación de que todo va bien aunque no vaya bien.

Pero pasó. Y con esta cruz tendré que vivir. Con el freno de mano agarrado cada vez que la situación vaya cuesta arriba. Con la auto-represión como bandera. Y con todo esto me pregunto: qué ha sido más dañino para mi, el descontrol con las drogas o la huella indeleble que han dejado en mi cabeza para siempre más pese a no tomarlas?