VEINTE: Las locuras y tonterías

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A todos en ocasiones se nos presentan oportunidades para hacer locuras. Pero cuando se te presentan mientras vas colocado se pueden convertir en auténticas tonterías, ¿o tal vez al revés? Bueno, da igual, la cosa es que yo en esos momentos no discernía de que esas ideas pudieran llegar a algo bueno o malo, simplemente, veía que podía ser el proceso divertido y me puse en marcha para hacerlo. Y de ejemplos tengo varios. ¡Allá vamos!

  • Una de esas noches que estaba aburrido en casa me fui a la de mi camello para charlar con él y, al cabo de un par de horas, le noté que estaba algo nervioso. Le pregunté qué le pasaba y era que uno de sus chicos (de los que movían su mercancía menudeando) necesitaba de forma rápida una gran cantidad de tina (30 gramos exactamente) y no sabía cómo hacérsela llegar hasta donde estaba, un hotel del centro de la ciudad. Ahí vi mi oportunidad de hacer una locura e ir por mi mismo hasta allí con esa cantidad.

Y aunque él se mostró preocupado por mi, incluso ofreciéndome llamar un taxi para que me cogiera, yo rechacé la oferta y fui andando. Cuando llegué allí, contacté con el chico, quien iba tan colocado (bueno, los dos lo íbamos en verdad), que no quería que subiera a la habitación, con lo que bajó a la calle para que se lo entregara allí. Y aunque eso me puso nervioso y no me gustaba la idea, al final lo acabé haciendo sin problemas y llegando sano y salvo a mi casa.

  • La primera y única vez que fui a La Demence, en Bruselas, fue para celebrar mi cumpleaños. Sabía que no aguantaría esos 3 días sin fumar tina ni colocarme, y por eso decidí ingeniármelas de alguna forma para llevarme las drogas conmigo encima hasta allí.

Y salvo GHB, me llevé de todo. Parecido a lo que hizo Jenny Humphrey en un episodio de Gossip Girl, descosí un poco las costuras de unos shorts, donde me guardé un par de gramos de keta, y conmigo puestos en mis calcetines, me llevé un par de bonitas piedrecitas de tina. Dentro de mi neceser puse las viagras (es la suerte de haber tenido la receta médica y ponerlas junto a mi medicación del VIH) y encapsulé un poco de polvo de éxtasis.

Mientras pasaba el control policial del aeropuerto de Barcelona, estaba de los nervios, pero peor fue al llegar al aeropuerto de Bruselas, ya que allí había un montón de policías parando a la gente y revisando las maletas en medio del hall que conecta el aeropuerto con la estación de trenes.

Finalmente llegué al hotel y un rato después, me fui a recoger mi pulserita y a tomar algo con un chico que conocí varios días antes por Zoom que vive allí y con el que, estaba claro, acabé liándome con él y pasando la noche en su casa haciendo de las nuestras.

De esta forma, me salté ya la primera de las fiestas para las que me compré una entrada. Cuando me fui de su casa al día siguiente, ya era mediodía y llegué a mi hotel por la noche, durmiéndome durante toda la noche (llevaba de fiesta desde antes de ir a Bruselas) y así me perdí la segunda fiesta.

Decidí que la última fiesta no me la iba a perder, con lo que estuve en plan tranquilo, paseando por la ciudad y por la noche logré ir a la última fiesta del domingo. La disfruté bastante aunque tuve que irme a eso de las 4am porque a las 8 tenía el vuelo para volver a Barcelona. Claro está, tuve que empaquetar casi todo en el mismo formato para no tener que tirar nada al baño. Y de nuevo tuve que pasar miedo en ambos aeropuertos.

  • Tanto mi familia como yo somos creyentes y practicantes, y por ende, para mí siempre ha sido normal el ir a Misa. Y aunque cuando ya me hice mayor de edad, yo empecé a decidir cuándo ir a una. Siempre me ha gustado ir a unas en especial, como son las de Semana Santa.

Por eso, una Semana Santa, estaba un sábado de fiesta colocándome en una sauna. Una de las veces que miré el móvil, vi que ya eran las 9 de la mañana del Domingo de Ramos. Así que decidí irme de allí para volver a casa para ir al oficio de ese día con la familia.

De esa forma, bastante colocado, llegué a casa, me duché, me vestí con mi traje y corbata, y con unas gafas de sol, me fui junto a mi familia a la Iglesia, tan feliz, contento y volando.

  • Me acuerdo, que el día en que nació el primer hijo de mi mejor amiga, yo estaba en casa de un chico follando. Estuve en esa casa dos días. Intenté salir varias veces de allí, pero hasta que no me desperté de un chungo de keta, no logré escabullirme. Fue entonces cuando pude ir a visitarlos al hospital.

No me siento orgulloso de ello, la verdad. Seguramente la cara que llevaba daba pena y no tenía ganas de estar demasiado rato allí de esa forma.

  • Para la boda de una amiga, decidí estar sin tomar nada. Pero  la noche anterior había terminado de estar de fiesta durante varios días, con lo que no me llevé ningún tipo de droga allí conmigo. Lo que no había pensado que, al actuar de esa forma, cuál iba a ser el efecto secundario, que era el de quedarme dormido.

Durante lo que era la ceremonia, estuve bastante despierto (también es verdad, que en ese momento llevaba poco tiempo sin consumir). Pero cuando llegamos al restaurante, sí que empecé a notar que me dormía, pero el hambre pudo más que el sueño. Lo peor fue cuando llegó la fiesta. En ese momento ya sí que estaba muerto y cansado. Acabé aparcando mi culo en una silla y me quedé dormido hasta que el autobús volvió de vuelta a la civilización.

  • Y por último, lo peor. Durante un verano estuve de fiesta con un chico (drogas incluidas). Llegó un momento en que supuestamente teníamos confianza, y el chico me dejó al cuidado de sus dos perritos ya que él iba a otra ciudad a por un tercero. 

Recuerdo preguntarle donde estaban los arneses y correas para sacarles a pasear (yo no pensaba sacarlos sin los arneses, por miedo a que se me escaparan) y el medio me dijo que estaban en la entrada. Pero como los dos íbamos bastante idos, pues bueno, dimos la respuesta como válida para ambos. 

Al día siguiente que se fue el chico, fui a pasearlos. Me puse nervioso al no encontrar las correas ni los arneses, así que medio inventé el ponerles una cuerda de tendedero atado al collar.  Y de esa forma, salí de la casa a pasearlos. 

Pero la fortuna quiso que se me escaparon ambos, sacando su cabecita por los collares y salieron corriendo por las calles, entre los coches. Yo me puse nervioso, me puse a correr detrás de ellos pero los acabé perdiendo de vista a ambos. 

Al final, decidí volverme a mi casa, nervioso, llorando y temblando. Y al cabo de un par de horas, me empezaron a llover mensajes y llamadas del chico para ver cómo estaban sus perritos. No me atreví a contestarle, y acabé bloqueándole. Y no tan sólo a él, sino a unos cuantos amigos de él que también me contactaba.

Desde entonces, pienso un montón de veces en él y sus perritos, pero nunca me he atrevido a volver a contactar con él. Y me sabe mal por él, ya que los quería como a su vida y yo lo entiendo. Pero ahora ya no he sabido que hacer más ni el cómo poder volver a contactar con él. Si me llegas a leer alguna vez, por favor, espero que me hayas perdonado por tanto mal que te hice aquella mañana de Octubre. 

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3 respuestas a «VEINTE: Las locuras y tonterías»

  1. Las drogas nos llevan a hacer cosas que jamás habríamos efectuado si no estuviésemos bajo sus efectos. Gracias por compartir tus experiencias que seguramente serán de gran ayuda para muchos de nosotros.

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