DIECIOCHO: La post-hostia

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De algo malo siempre se puede sacar algo bueno. Y en mi caso fue el aprovechar para hacer un parón en las drogas y reflexionar el que quería hacer a partir de entonces. Lo que no esperaba es que ese parón en las drogas me afectara tanto.

Me refiero a que primero estuve de bajón emocional. Se debía por estar encerrado en casa, sin ganas de salir de ella y con ganas, pocas, pero con ganas de volver a tomar algo de tina. Es por eso que tomé la decisión de primero empezar a borrar y bloquear todos los contactos que me recordaran o me pudieran incitar a volver a drogarme.

De esa forma, logré pasar de tener más de 300 contactos en el móvil a apenas 60. Todas personas que han estado siempre a mi lado. Aún más divertido fue empezar a bloquear de las redes sociales a la gente, ya que eso sí que es un despropósito.

Lo divertido es bloquear a gente por instagram. Para que una persona desaparezca y no pueda saber de tí, tengas que realizar tres acciones:

  1. Bloquearle (para que no pueda encontrarte por la red social).
  2. Restringirla (para que no pueda contactarte ni escribir en tu perfil).
  3. Ocultarle tu historia (para no poder ver todo aquello de tu historia).

El porqué hice estas tres acciones fue que mi cabeza tampoco ayudó, emparanoiada pensando en que la gente quiere saber de tí para reírse y chismorrear.

En cuanto a aplicaciones móviles, decidí jugar la carta de pagar por la versión extra, ya que con ella, puedes bloquear tanta gente como quieras, y eso hice, bloquear y bloquear a más gente que había pasado al menos una vez por mi vida en aquellos tiempos.

Mi segunda fase de aquella primera semana, fue poner patas arriba toda mi habitación y tirar todo aquello que me recordara todo lo que estuve haciendo durante tanto tiempo. Y no sólo me refiero a pipas, bolsitas o mecheros. También había alguna mochila (la que llevaba a veces a la sauna) o incluso alguna que otra sábana que tenía más agujeros que un queso emmental por las veces que se me caía algo sobre ella.

Durante esa faena, acabé cayendo durante una noche, ya que me dediqué, mientras tiraba todas aquellas cosas en una bolsa de basura, a limpiar todas las pipas que me encontraba de forma concienzuda, como si fuese a ser mi última cena.

A la mañana siguiente salí de casa después de más de una semana encerrado, simplemente para tirar un par de bolsas a la basura. Después de eso, me di cuenta que mi vida la había llenado con tantas mierdas que en verdad no necesitaba, y lo digo porque tenía dos cajones de mi habitación llenos de todo que al final no necesitaba.

Al poco tiempo, me empecé a dar cuenta de que mi líbido había bajado a niveles que nunca había visto. Principalmente, mi líbido era nula, algo que nunca me había pasado. Veía a chicos bien guapos por la tele o pasar al lado mío, y como si fueran fantasmas, no me causaban ningún tipo de emoción o sentimiento. Hasta que me hice la primera paja, pasó cerca de un mes y no tardé más de un par de minutos en correrme.

Y a base de pajas, estuve durante un par de meses, hasta que quedé con un chico. Estaba tan nervioso, que parecía que era mi primera vez. Y ese nerviosismo me hizo una gran putada, y es que no fui capaz de ponerme duro.

Al principio intenté no darle más importancia, pero empecé a ver que el chico empezaba a estar molesto, cosa que hacía que fuera todo a peor. Y aunque me disculpé con el chico y le intenté explicar que era la primera vez desde hacía meses sin chemsex. Supuestamente a él no le molesto, aunque claro está, le intenté volver a contactar pero no supe más de él.

Todo esto me pasó bastantes veces, haciendo que incluso yo empezara a dudar de mi mismo. No veía que lograra empalmarme, y si lo lograba, no conseguía que fuera duradero. Esto era al final incluso más traumático que el no lograrlo.

Durante todo este proceso de dejar el chemsex y para hacer que mi cabeza empezara a salir del bucle de estar encerrado en casa sin nada que hacer, pensando que las cosas no cambiarán y un día simplemente decides levantarte y salir de tu habitación. Fue importante y de gran ayuda para mi el empezar a estudiar de nuevo, obligándome a romper con mi rutina de no hacer nada en todo el día más que pensar de forma negativa y sin ver o saber cómo cambiar las cosas de mi alrededor.

Esos estudios me hicieron comprometerme con la empresa que me pagaba el curso a tener que ir a clases cada día desde las 8:30 a.m. hasta las 2 p.m. Y a través de ese curso empecé también a trabajar de forma intermitente. Gracias a estar trabajando de forma mínima, me animaba a mi mismo para ir encontrando y mejorando mi estado laboral. Empecé de auxiliar de seguridad hasta ahora como administrativo en mi campo de estudio.

También empecé a ir al psiquiatra dentro del departamento de adicciones del Hospital Clínic. Eso significaba ir dos mañanas cada semana para hacer un test de orina. Además, tenía una visita cada cierto tiempo con el psiquiatra, que al final me ayudó con el tema de paranoias gracias a medicación.

Hubo un día en que hablé con el médico para decirle mis problemas de erección y los problemas que me traía a mi cabeza. Acabamos decidiendo entre ambos de cancelar esa medicación, la cual producía esos problemas como efectos secundarios. Pero también lo decidimos porque la sensación de la paranoia de estar siendo señalado por gente y que cuchicheaban sobre mí estaba siendo mínima desde hacía un par de meses.

Además, empecé a hacer terapia psicológica en Stop Sida, al principio de forma individual y al cabo de unos meses, de forma grupal. Estas terapias me hicieron ver algunas de las razones por las que empecé a tomar drogas de forma recreacional, como también el porqué y cómo desarrollé mi adicción.

Entre esas razones hay algunas como las de tener que tener que soportar el papel de buen niño y estudiante de forma constante delante de todo el mundo. Esto al final comporta que, cuando me desvié un poco de esa normalidad a la vista y ví que es divertido, acabé girando del todo sin tomar en cuenta las consecuencias que acabarían derivando de esta cambio de rumbo.

Otra de las razones es mi familia. No vengo de una familia desestructurada ni mucho menos, aunque si vivo en una familia con base bastante machista. Esa base no ayuda cuando eres gay. Pero tampoco ayuda cuando tu hermana se divorcia y se viene también a la casa a vivir con su hija.

Muchas de las veces, como tío de esa niña, intento protegerla y envolverla en tantas cosas como pueda. Pero también tomo, según tengo entendido, un papel de padre que no me corresponde. Le reprocho tanto a ella las acciones malas que hace o toma, como a mi hermana por no meterle caña como madre que es de la niña. Esto me producía muchas veces frustración. Sobre todo por el hecho de que siempre se acababa, en vez de en una conversación, en una discusión. Y para librarme de ella, me iba a mi habitación, claro está, a colocarme y sacar ese mal rollo de mi cabeza.

Pero también aprendí algo más y fue a no culparme ni comerme la olla cada vez que volvía a consumir. Han sido tres veces durante este tiempo:

  • La primera, durante la limpieza de mi habitación al principio.
  • La segunda fue a finales del primer verano. Contacté con un chico en Barcelona para follar. Después de aquella noche con él acabé comprando para mí otro gramo y yendo por primera vez a la sauna Condal. Allí conocí a un camello y le fui comprando de forma semanal para estar consumiendo durante algo más de un mes y medio. Esto me empezó a causar miedo, ya que empecé a fumar nuevamente casi a diario. Fumé incluso en mi puesto de trabajo, como recepcionista nocturno de un hotel.
  • Y la tercera vez fue cuando hacía un año de mi detención. Durante un par de semanas, volví a consumir durante las noches entre semana sabiendo que a la mañana siguiente tenía que ir a trabajar.

Por último y lo más estimulante fue terminar todos aquellos proyectos que había empezado pero nunca terminado. Aquellos que dejé a medias por el hecho de empezar otro nuevo que me surgía en la cabeza. Proyectos en forma de manualidades y marquetería. Pequeñas tonterías como marcos o vitrinas para diferentes adornos para mi habitación.

Las iba haciendo para intentar engañar a mi mente y cuerpo. Me di cuenta que de esa forma reducía mi consumo mientras estaba en casa. Y aunque si continuaba fumando, en los meses que empecé haciendo todos esos proyectos, noté que consumía menos. Sentí que, una vez los terminé todos ellos, había finalmente cerrado un capítulo de mi vida. También noté que mi carga emocional estaba más ligera una vez acabe encendiendo los leds de una de las vitrinas. 

Todo esto lo escribo para aquellos que lo leáis y estéis en una situación como la mía, en el camino de dejar o llegar a un consumo responsable de drogas durante el chemsex. Para que veáis que, aunque es difícil, se puede lograr salir del hoyo y que si en algún momento se da un salto hacia atrás, no hay que culpabilizarse si no verlo como una posibilidad de aprender más sobre el cómo no fallarse a uno mismo ni a sus propios propósitos; y si estáis apoyando a alguien en este camino, apoyadle sin atosigarle. Si esa persona se abre y quiere hablar sobre el tema, escuchadle sin juzgarle ni le queráis sacar más información de la que quiere dar. Pensad que para alguien con este problema es más difícil abrir la mente y alma a un amigo que a un desconocido, ya que de este último, si le acaba juzgando y/o haciendo daño, no le dolerá tanto alejarse que de un amigo que sí le juzga y quiere continuar su amistad poniéndole condiciones que puede que no sea capaz de asumir durante este proceso.

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