Límites… me fascina esa maldita rastrera palabra. YO, sé que para mucha gente es una palabra negativa, que implica castración, final, acabar, llegar al tope, a la cima, al techo…. Pues en mi YO, en mi puta maldita cabeza, esa que siempre ha ido a su bola, ella siempre tan bizarra, tan moderna y alternativa, ahí dentro, cuando YO pienso en límites, YO, visualizo directamente una frontera entre países, de esas con una barrera a rayas rojas y blancas, y una garita con soldados y metralletas, y alambre de espino y cámaras de seguridad, y una raya blanca pintada en el suelo.
Nada que ver con esas fronteras Schengen de mierda, que cruzas sin darte cuenta y que pierden toda su gracia. No, no, no te equivoques. YO, en mi cabeza, la palabra límites es una frontera de las chungas, de esas que invitan a desistir, a darse la vuelta, a regresar, a rendirse… ¿Pero sabes qué pasa? que a mi las fronteras chungas, me la ponen dura. ¡Pero que muy, muy dura! Es el misterio de lo qué habrá al otro lado, el cómo será, cómo se sentirá. Ese tener la miel en los labios, el casi tocar el santo grial con la yema de tus dedos, el pensar, que ya que estoy aquí, cómo me voy a ir, cómo me voy dar la vuelta? ¿Habrá que probarlo no? ¡Pues vamos a cruzar! Y notas como tu corazón se acelera, tu cuerpo se tensa y tu espalda se arquea y se eriza el vello de tus brazos, y casi se te va a salir el corazón por la boca… y entonces, entonces tragas saliva y das el paso y avanzas, y cruzas esa maldita frontera, y traspasas tus límites, esos que con tanto esfuerzo te grabaste a fuego en tu piel, en tu cabeza y en tu corazón. Y ya está, lo hiciste. Ya estás al otro lado. A la mierda todo. Y YO, ya no puedo mirar atrás, ya no puedo deshacer lo andado, ya no puedo parar el tiempo y viajar al pasado. Y YO, respiro hondo, y miro hacia abajo intentando situarme, y allí está mi puta maldita cabeza siempre a punto, siempre preparada para tomar la iniciativa, y se ríe, y me dice: mira adelante y vamos a buscar en el horizonte dónde está la siguiente frontera, a ver cuál va a ser ese nuevo límite de mierda. Ese nuevo límite que YO, me grabaré a fuego en la frente para verlo cada vez que YO me mire en el espejo, y aun sintiendo el hierro incandescente abrasando mi piel, y el olor a carne quemada, YO, sé perfectamente que volveré a cruzar nuevamente, esa maldita nueva rastrera y misteriosa frontera de mierda. YO, otra vez YO….
«Límite» también es para mí una palabra complicada. Crecí en un hogar alcoholizado en el que no se establecían ni se respetaban. Cada vez que finiquito una relación que no los respeta debo mirar atrás Debo recordar lo que me dice la hermandad de doce pasos a la que acudo. Los límites no se los puedes imponer a alguien que no seas tú. Deben cumplirse, pero en ocasiones deben ser flexibles (que no quiere decir que no se respeten, ojo) porque su rigidez es prácticamente una invitación al fracaso. Deben ser lógicos, realizables y que puedan cumplirse. Establecer límites es todo un arte, lo difícil de verdad es cumplirlos.
Hay ciertas complicaciones relacionales . Por ejemplo, las personas con rasgos narcisistas consideran un reto ultrajar tus límites y siempre que puedan los pondrán a prueba. Ya he dicho que si creces en ausencia de ellos, lo tienes más difícil de mayor. Y, por lo general, los que arrastramos impulsividad, sí, sabemos eso de los límites pero hay que ver con qué facilidad entramos al trapo. Sólo pretendo aprender día a día, poco a poco, desde límites accesibles. No pretendo arreglar el problema de mi vida de un solo plumazo. La última vez que empleé un límite fue cuando dije a alguien que quería que no quería volver a relacionarme con el hasta que no viera cambios. El se pasa los limites por el forro, así que era prácticamente romper con él. Todavía debo recordarme, cada día, que debo mantenerlo por mi bien.. El hiere a todo aquel que lo quiere y los caídos somos legión. Parte de su problema es que su ego le impide ver sus defectos por lo que nadie espera que tome conciencia de ello. Discutir con él es imposible. Y si, está metido en el Chem hasta extremos que asustan, pero él «controla» así que he dado demasiadas pistas como para hacerle un cuadro clínico. Pero él es él y yo soy yo. El límite sigue siendo mío y debo respetarlo por mi bien. Y os aseguro que me busca las cosquillas cada dos por tres …debo mantenerme firme en mis límites, es vital.
Para mí límite tiene otro significado con implicaciones serias. Borderline. Una mala traducción del transtorno limítrofe de personalidad, del que posiblemente arrastre rasgos familiares y que cargo como una losa malentendida por el resto de la sociedad. Sin saber si lo tengo, lo adquirí o me malenseñaron en casa, el caso es que algún rasgo está allí (como la hiperemotivad, la ansiedad por abandono o la impulsividad: auténticos triggers para una adicción, por supuesto) pero gracias a Dios soy mucho más consciente de ellos que el familiar del que proceden y cuando veo las alarmas salgo por piernas para no dañar a mis seres queridos ni a mi. Y, a menos que el ser querido sea tan imbécil que me obligue a retenerme, suelen darse cuenta y me dan pista, por el bien de la humanidad. Como los otros límites, son un trabajito que hago solo. Pero mis defectos y yo nos hacemos buena compañía, con todo, son más comprensibles y cariñosas que algunas parejas que elegí.
Establecer límites es todo un arte, lo difícil de verdad es cumplirlos….me tocaste ahí adentro, ahí en el fondo, detrás, detrás de todo…