Escrito por Galious
«Pero ahora tu cabeza es una tormenta de arena y cada noche una espiral» (Dorian)
– Oink.
Una simple onomatopeya me hizo buscarte en la sala de zoom y después de una charla cerda pasamos a Skype, pero allí algo nuevo se fraguó, nos pasamos el resto del día juntos, fumando Tina, charlando, riendo, pajeándonos… Sábado 20 de mayo y una semana más tarde nos vimos en tu casa. Compartías piso y tu habitación se convirtió en el refugio donde todo era posible. Allí follamos. Fumamos T. Tomamos G. Esnifamos poppers. Reímos. Mucho. Escuchamos música. Nos conocimos. Invitaste a otros tíos a follar. Aprendimos nuestras pieles y compartimos nuestros placeres.
Descubrí a través de ti sensaciones insospechadas. Al contrario que en Breaking Bad, la Tina no es azul como sí lo son tus ojos, de un azul doloroso que quema, esa pupila incandescente que recuerdo que me mira sin tregua desde tu perfil de Instagram, al que ya no entro para no perderme otra vez.
Me enamoré. Tu no. Lo mejor y lo peor se juntaron en una tormenta de arena y humo y mariposas revoloteando en medio de notificaciones de WhatsApp que se hacían eternas. Y me rendí, me alejé, de ti y de las chems. Un 10 de septiembre. Nos prometimos ser amigos en cuanto pudiera, no prometí que nunca más volvería a colocarme. Te entregué mi pipa cual ofrenda de paz antes de despedirnos.
Me dicen que lo que echo en falta realmente son las chems, no a ti. Pero cuanto más mayor me hago menos certezas tengo, confundo a propósito lo que me cuento y lo que es. Quizás habrá sido más doloroso dejarte a Ti que a la Tina. No sé cómo me estarás contando en tu historia. Y espero. A pesar de todo. Espero algo bueno de esto. Aunque no sé cómo escribiré el siguiente capítulo, nadie lo sabe, eso me consuela. Mañana podríamos estar todos muertos al caernos ese meteorito que a veces decías, entre calada y calada de T, que como especie nos merecemos, para así extinguirnos definitivamente, cuál dinosaurios enormes y engreídos.
Pero aún no. Ahora todavía respiramos. Y nos enamoramos o no. Y nos drogamos o no. Y follamos o no. Y sufrimos o no. Pero siento que todo eso da un poco igual. La verdad reside en otro lugar, en ese país que habitamos pero que tan difícil nos resulta de contar y que se llama amar. Y solo quiero que las pupilas puedan mirarse otra vez hasta que se cierren para siempre.