Aquella mañana de febrero me desperté de un pequeño KO técnico no previsto durante la noche anterior en casa. Después de desayunar volví a mi habitación y cuando ya hice la cama abrí el portátil de nuevo para usar Zoom. En ese momento vi que casi no me quedaba tina. Así que cogí la mochila y me fui para casa de mi camello. Continuar leyendo «DIECISIETE: Y llegó la ostia»