![]()
Hace unos días conocí La Locura en su máximo esplendor, radiante, desbordante, imponente y aplastante. Ha sido mi primera vez, nunca antes había tenido conciencia, de haber perdido totalmente la cabeza, como en esta ocasión. Y asusta, da miedo…. mucho.
Evidentemente en el momento en el que te está pasando, no te das cuenta de ello. En tu cabeza, tu lógica y razonamiento siguen sus procesos normales de pensamiento y razón, eso sí, en modo alerta, porque hay algo “significativamente real” que te está irritando, alterando o asustando. Y por consiguiente tus acciones en ese momento son absolutamente normales, razonables y ajustables, a consecuencia de ese estado de alerta. O sea, en tu cabeza todo parece absolutamente “normal” en un proceso de causa y efecto, ante una situación que nos produce alerta o miedo.
No era la primera vez que en un consumo de sustancias había experimentado la paranoia. Recuerdo la primera vez hace unos cuantos años ya, que tras un fin de semana de chill, me pasé de lunes a viernes recorriendo hospitales y servicios de ITS porque estaba convencido de que tenía un virus en la barriga… me hicieron pruebas, analíticas, y al final en urgencias de un hospital me dieron 2 ansiolíticos y me dijeron que me fuera para casa a dormir.
Siempre han estado ahí los momentos de paranoia, a veces han sido más intensos, a veces menos, pero en mi caso, siempre habían sido situaciones más o menos controlables, y sobre todo nunca había perjudicado o dañado a otras personas o a mi mismo.
Hasta esta vez.
Evidentemente y como explicaba antes, en el momento en el que te está pasando, todo tiene su lógica y tus acciones son absolutamente normales.
El trauma viene después, cuando poco a poco esa intensidad de Locura va disminuyendo, y pasa a convertirse en una paranoia, y luego en una obsesión, y luego en una manía, y luego en la puta y cruda realidad.
Y entonces sientes a tu cabeza resquebrajarse. Yo pude sentir las grietas en mi cerebro, los huecos, el vacío, el eco, la oscuridad y el miedo.
Esos huecos entre las grietas en mi cerebro, dolían, escocían y quemaban. Y ansiosamente me reviví a mi mismo, intentando recordar el relato de todo y todas las barbaridades que había hecho, para ver si de esa forma conseguía rellenar esos huecos oscuros. Como cuando tapas con masilla una grieta en la pared.
Y lo hice, conseguí rellenarlos, pero a costa de infinito sufrimiento, pena, dolor y tristeza.
Igual que cuando en una revista de pasatiempos unes con un bolígrafo unos puntos numerados y te va saliendo el dibujo de un barco o de un perrito sonriente, fui dibujando esa línea y atando todo el relato de esas 24 o 48 horas de puro delirio, y cada punto que alcanzaba a completar era una nueva perplejidad, un nuevo asombro, una nueva incapacidad de creerme de cómo había sido capaz de hacer eso.
Como decía Antonio Recio, en el sótano de mi fracaso, siempre había un piso inferior más de puro delirio.
Y lo peor de todo no es verte y reconocerte en esa demencia haciendo bestialidades. Lo peor es recordar a tus seres queridos alterados, angustiados, preocupados, llorando… Joder, eso si que duele, pero mucho!
Me gustaría pedirles infinito perdón, decirles que lo siento en el alma, que no era yo, bueno si era yo, pero no… Me gustaría borrar todo lo que ha pasado, pero no puedo hacerlo, y ojalá las lágrimas que ahora mismo me están cayendo a borbotones, hicieran marea y se llevaran todo ese recuerdo. Pero por mucho que llore ahora, eso no va a pasar, ya no puedo cambiar la realidad.
Ahora toca reconstruir lo que se ha roto, porque algo ha cambiado entre nosotros, y quiero deshacerme en caricias, en besos, en cariño hacia mis seres queridos, pero hay algo que atisba oscuridad, como un nubarrón en el horizonte.
Y empiezo a tener la certeza de que la única forma de borrar ese nubarrón va a ser únicamente explicándoles la pura verdad de mi realidad, de quien soy, de qué relación tengo con el chemsex y cual es la realidad que estoy viviendo.
Pero no creo que sea capaz de hacerlo. Tengo un montón de tabúes, barreras y miedos por derribar, y por otra parte no creo que ellos estén preparados para afrontarlo, ni siquiera que sean receptivos a escucharlo ni entenderlo.
David.

