Bofetada

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De: Maruja “La Mutante”
Para: El impostor

Como todo buen ejercicio se necesita de constancia y compromiso para que éste funcione. Así que hoy quiero hacer un poco de ejercicio mental y recordar cual fue ese momento en el que decidí aceptar que algo no iba bien y que necesitaba parar.

Durante 2 años estuve trabajando para una multinacional, viajando de un lado a otro sin parar, cumpliendo con mi trabajo y haciendo el de 5 personas más, por que a mi me enseñaron que cuando a ti te piden A, tú tienes que dar B y C y que si eres zapatero tienes que ser el mejor. Así de ridícula era mi vida y todo ese aprendizaje lleno de exigencia me quedó grabado a sangre.
La falta de límites en mi vida hizo mella en mi centro (aquello que me ha permitido estar a flote en momentos muy difíciles ¿resiliencia quizás?). Desmadre laboral, torbellino emocional, cumplimiento u homenaje hacia los sueños de mis padres y un poco de educación religiosa, fueron fundamentales para escenificar la caída de mi estoicismo (totalmente inexistente, mi gran mentira).

Un día me despierto y estoy separado, viviendo en una habitación de 2 metros cuadrados, mi vida metida en cajas, sin derramar una lágrima por el agotamiento que mi cuerpo y mente experimentaban. Empezaron a aparecer dolores de espalda, problemas gástricos, mi rendimiento cayó en picado, a mi cerebro le costaba procesar información y mi cuerpo con todas las alarmas encendidas, a punto de estallar, decidió despertarme una madrugada sobresaltado con el corazón a punto de reventarme el pecho y estallar en un llanto incesante durante 2 horas eternas. No entendía qué pasaba, pero sabía que ese momento era una bofetada de la vida para hacerme entrar en razón. Finalmente volví a descansar.

Me repetía incesantemente que algo no estaba bien, no recordaba haber vivido algo parecido, fui a realizarme un chequeo de ITS y un médico me empezó a preguntar si quería volver otro día a contarle cómo me sentía con la decisión de parar mi consumo “esporádico”.
Momentazo evasivo! Cuando el médico me preguntó ¿Con qué frecuencia consumes drogas? ¿Siempre está vinculado su consumo a la práctica de relaciones sexuales? En mi cabeza resonaba un NOOOO! pero….
Tardo en responder. Empiezo a calcular mi frecuencia de consumo y sexo. Bofetada 2 ! El resultado fue que mi consumo había sido continuado durante 3 meses consecutivos, todos los fines de semana en sesiones de chemsex con 2 días de media, pero lo más asombroso es que cuando calculé cuánto podía haber llegado a descansar previo a esos 3 meses, la respuesta fue de 2 días. Sólo sé que no quise contar los últimos 5 años de mi vida donde esta frecuencia era un hábito. Mi cuerpo hizo un apagón general y no supe cómo reiniciarlo. Caí en un letargo inexplicable, desidia, apatía y ausencia absoluta de libido. Hoy entiendo que era una depresión de muchos años y la ansiedad de no haber resuelto o manifestado la inconformidad que sentía con la vida que llevaba. Todas las auto-imposiciones que creaba basado en gustar o agradar al otro, sólo mostraban cuán grande era mi vacío.

Después de esto mi agenda pasó a estar llena de médicos, fisioterapeutas, psicólogos, medicamentos, yoga y un calendario donde marcaba día a día mi esfuerzo por mantenerme sobrio y entender cómo recuperar mi bienestar de manera transparente y sincera.

Por supuesto que el estar apadrinado por profesionales ayuda, y reconocer que “el camino es largo y culebrero” hace más llevadero el caer para volver a levantarse. ¿Certezas? pocas o ninguna. La mejor es mantenerme a flote, enfocado y consciente frente a cualquier decisión que tome en mi vida, sea cual sea.

¡Viviré tanto como pueda y como quiera!

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