El autoengaño

Loading

Es tan fácil acostumbrarse a la mentira como a la droga. Con todo, tiene su función. Quizás entonces no me sintiera preparado para afrontar los hechos. Lo malo es que, una vez reconoces lo que hay no puedes volver atrás, no puedes ignorarlo otra vez. 

Muchas veces me negaba a reconocer una situación porque eso implicaba hacer algo respecto a esa realidad, enfrentarme a ella, tomar decisiones, algunas muy duras. Aunque la zona de confort sea una mierda, casi se prefiere a lo desconocido.

Estuve en consumo activo durante casi dos años y fui introducido en él por mi expareja. Es muy fácil ver el autoengaño en otros, pero en uno mismo te resistes. Lo veía en él, pero ¿y en mí? Quiero decir, sí me daba cuenta de sus «trampas» al pensar… ¿Por qué no se lo hacía saber? ¿Por qué no cortaba con él? Yo veía que él no prosperaba en un trabajo (más bien cambiaba sin parar), no había un proyecto de vida. Su sueldo no podía pagar el alquiler y yo le prestaba dinero, aunque a veces se invertía en drogas para los dos. Mientras ¿Qué hacía yo? Pues yo seguía con él. 

Por curiosidad al principio, por vicio después, y porque finalmente le quería -o creía quererle- y confiaba en él. De donde vengo, confiar en una persona es lo más extraordinario que me ha pasado en la vida. ¿Era amor? Sí, ahora lo digo más seguro, llegué a quererle y sé que él me quería. Estuve a punto de trasladarme para irme a vivir con él, aunque él nunca supo de mis planes, no me dio tiempo a decírselo. 

Yo le creía (otro autoengaño) cuando me decía que quería volver a su ciudad, volver a relacionarse con sus amigos de toda la vida -porque ya estaba cansado de amigos de raya y come-bolsas- y tener algo que construir juntos. Me ofreció aquello que yo más deseaba y lo creí. Quizás lo creyera él también. 

¿Qué pasó? A veces pienso que fue auto-sabotaje. Es muy habitual, me dicen. Quizás él intentaba buscar una excusa para seguir en lo que ya conocía y no atreverse a salir del chemsex. También me dicen que es habitual provocar una crisis. 

Eso destrozó lo que más apreciaba de nuestra relación: la confianza. Quizás sólo busco una justificación para poder recordar esta historia sin que me duela la cabeza. Un engaño necesario para dormir por las noches. Al final fui yo quien lo dejó, por las putas drogas y sus no menos putas paranoias. No me arrepiento, es una de las decisiones más seguras que he tomado en mi vida, pero eso no significa que no me doliera, ni que no me siga doliendo cuando lo recuerdo. Cuando eso sucede, intento consolarme a mí mismo con un «ya pasó, es algo que ya pasó…». 

Desde entonces intento mantenerme lejos de las drogas, pero todavía sobrerreacciono. Están allí, en muchas partes y debo aprender a adaptarme a esa realidad. Voy a una discoteca, a un sexbar o a una sauna y el instinto que desarrollé en aquella época se afina. Puedo reconocer quién tiene un problema con las drogas y sobre todo quién está en negación. Según el momento, aprendo a pasar del tema, otras veces me da de refilón y otras me dan de pleno -Dios, cómo duele- Por fuera puedo parecer como un exfumador, más tajante y sectario contra el tabaco que los que no fuman. Pero por dentro tengo un miedo atroz a volver a caer y no poder salir, miedo a volver a enamorarme de un pozo sin fondo como fue este hombre y, sobre todo, miedo de que me hagan daño siendo tan vulnerable al cariño. Una vez soltado esto, a ver cómo lo escondes.

Intento llegar a cierta autoindulgencia conmigo. Me digo que vale, que lo probé, que lo viví y salí de ello mientras mucha gente no puede salir o les aterroriza siquiera planteárselo. Me digo que quizás soy de los que podría tolerar un consumo recreativo pero a la vez me advierto severamente de que fácilmente podría hacerlo todas las semanas, mezclarlo con alcohol y seguir creyendo que no estoy enganchado, en plena negación.

Procuro alejarme de las relaciones problemáticas. Lo advierto en mis perfiles de apps, drug free. Busco nuevas relaciones, busco la amistad al igual que busco sexo sin compromiso. A veces aparece alguien que llama mi atención y vuelve esa sensación entre miedo, desesperanza y extenuación. 

Estar sin pareja es a veces triste aunque llevadero, pero si mi problema son las relaciones, quizás deba estar así un tiempo, o a lo mejor deba estar sin relaciones de pareja, puedo aceptarlo. Igual no estoy hecho para esa vida, me he vuelto mayor e independiente. Sí, es otra mentira: hosco y temeroso sería más apropiado. 

¿Significa eso que he podido mantenerme lejos de las drogas? La mayor parte del tiempo sí. No siempre. Creo que en cuatro años he tenido cuatro deslices. Dos voluntarios, otro fue un accidente divertido y el último puntuó doble porque se juntó droga y el interés por un hombre. Interés que aún mantengo e intento razonar en mi enésimo autoengaño, lo cual ya cansa un poco. Pero al menos, a estas alturas, puedo identificarlo.

 

Relato por Pau

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *