Si de mí pudiera, la fantasía erótica más grande que jamás he pensado es meterme un rayón de coca hasta atascar la nariz (de hecho, no sé como en la peli de Lucas Me Quería A Mi, se meten un gramo de golpe).
De hecho, por perfeccionista que uno pudiera ser, la coca no era perfecta. Jamás la tomaba pensando en que todo iría bien, porque «siempre» estaba ese fantasma de los ataques de pánico, las taquicardias, la subida de la presión arterial, los cinco sentidos pensando en cómo late el corazón. Y ahí entró por casualidad la ketamina en una cita con un chapero, donde vi sus «ventajas».
Las benzos no es que estén en el lineal del super, y masticar bolsas de infusión de tila, o gominolas de valeriana, o cualquier otra cosa, acentuaba la sensación de absurdez en el uso de rituales. Pero al fin y al cabo, ¿no es también la Keta para «supuestamente no obsesionarse» otro ritual? Y aquí es cuando vi que quizás, la línea roja, estaba cruzada hace ya varios días…
Relato por aGolpeDeKO