Slutshamming, estigma y consumo

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Escrito por Pau

Suelo estar más centrado por las mañanas; mi cabeza funciona mejor, ahora que soy más mayor que antes me doy cuenta. Por eso aprovecho el momento para escribir, tomar las grandes decisiones del día y, sobre todo, disfrutar de lo que más me gusta de la vida. Después, el estrés del trabajo, el de mi situación familiar y mi inestabilidad (regalito genético de mi madre, supongo) hacen el resto. Séneca decía «conócete a ti mismo», pero para eso hace falta estudiar algo más que un grado. Hace falta vivir, equivocarse, darse cuenta y aprender de ello.

 Hoy os hablaré del slutshamming y el (chem)sex.

Después de la historia que pasé, no me escondía ante la gente que consideraba amiga. Reconocía que era bastante liberal en el sexo, que había pasado por el chemsex. No eran ínfulas por hacerme la interesante, sino más bien hacer públicas tus debilidades antes de que alguien quisiera hacerte daño con ellas. «Sí, soy maricón ¿y qué?», «Sí, me encanta el fetish ¿algún problema?», «Sí, me he pasado veinticinco horas seguidas follando drogado, ¿y qué?». Si se percataban del arrojo en reconocerlo, pocos iban a poder hacerme daño con ello. Me equivocaba.

 El slutshamming vendría a ser avergonzar a alguien por su conducta sexual, tildarlo de puta. A mí me parece una versión actualizada de «los caballeros las prefieren rubias, pero se casan con las morenas», o por si los cerebros centennial o millennial no pueden procesar este silogismo, «buscáis a la más puta por Grindr, pero os quedáis con la más sosa haciendo nesting en el sofá viendo Netflix…» más o menos.  Ah, “…y encima, no tenéis los cojones de reconocerlo”, ¡eso me faltaba!

Tengo amigos que no son realmente mis amigos. Confiaba en ellos, pero cuando me sueltan (lo de zorra o puta, en plan jiji jaja) me hacen daño. Un amigo no hace eso. Cuando te saludan como «cacho zorra», no deja de ser un cachondeo, una manera de tratarse entre maricones, cuando luego lo intentan justificar con tu comportamiento es slutshamming. No se aleja mucho de algunos parlamentos de ultraderecha. Homofobia maricona. Sí, de eso hay. Es la más jodida.

Vengo de un viaje de Semana Santa infernal. Fui con otro supuesto amigo. Realmente hemos hecho «su» agenda. Si he conseguido hacer algo de lo que quería (visitar alguna tienda de comics, ir a un sex-shop…) ha sido a rastras del compañero y porque milagrosamente pillaba de paso al destino que quería ir él. Sí, ha sugerido que fuéramos a alguna tienda de las que me gustaba, o visitar un sex-bar, pero al final, a primera hora de la mañana, nada más levantarnos, la agenda estaba cerrada. Qué oportuno, ha sido la eterna promesa nunca cumplida. Tanto resentimiento tarde o temprano tenía que explotar, así que al final lo solté, aun sabiendo que el tipo iba a darle la vuelta a mis argumentos (cosa que ya demostró desde el primer día, todo sea dicho) ¿Qué me dijo? Ah sí, «Tú lo que quieres es hacer es controlar TODO el viaje» (red flag muy alarmante que demuestra «la sombra» de mi compi de viaje), y cuando pude desmontarlo me espetó un «Tú lo que quieres es ir a follar a un sex-bar«. Ahí sí me hizo daño, porque era uno de mis objetivos (¿y qué? ¿es menos objetivo?) pero ojo, es que ninguno de los demás se cumplió, así que el otro estaba tomando el todo por la parte e intentando ridiculizarme por ello. Me sentí humillado. Le recordé una historia pasada con otra persona para hacerle saber que ese razonamiento me había hecho daño.

Podía haber sido más belicoso. Podría haberle hecho pasar un infierno de viaje. Lo aprendí de mi madre. Pero me amargué, y tampoco fui un compañero de viaje ideal. Pero chicos, cuando se está mal se está mal y eso es indisimulable. Lo siento, pero el optimismo no ayuda siempre. He aprendido a aprovechar las situaciones incluso cuando pintaban mal y aunque ha hecho del viaje a su puñetera voluntad, en el fondo yo encontraba algo con lo que divertirme, algo que disfrutar, también he aprendido de mi familia a esconderlo, porque era muy fácil que te lo arruinaran. Pudiera haber parecido una tortura por fuera, pero siempre encuentro libertad en mi interior. Algo bueno tuvo vivir la infancia de mierda que me hicieron pasar.

Realmente me dolió la hipocresía. Es decir: tiene las mismas apps que yo, le gusta hablar de los tíos que le gustan como a mí, le interesa el cómic porno que me compré. Pero cuando le ha convenido me ha intentado atacar con algo como si con él no fuera la cosa. No se ha alejado mucho de los ataques que viví de niño o adolescente. ¿Habría querido yo hacer aquello de lo que me acusó? Sí, y muchas más cosas distintas, soy mucho más de lo que él se piensa que soy. Al final, el último día de viaje, como algo «graciable» me indicó dónde estaba el sex bar de la ciudad (vamos, no lo hostié de milagro); le respondí «No quiero ir allí ¿quieres tú?», «No, si yo no…», «Entonces ¿para qué me lo enseñas?» y nunca más me lo volvió a recordar, porque ya sabía lo que se iba a encontrar por réplica.

Volví a casa y tuve el arrepentimiento de ama de casa maltratada (¿hice algo yo? ¿tenía él razón? ¿me pasé? ¿soy tan antojadizo, temperamental e inestable como me ha hecho saber?…) Es normal pasar por dudas, mientras no te las creas. Pero las respuestas son: no, no, no y no. Eso sí, sentí ganas, atracón de sexo (y no por la abstinencia), atracón de tabaco (que cumplí: mierda) y si algo más se hubiera puesto a tiro, también lo habría pillado. No me escandalizo al reconocerlo. Es bueno hacerlo. El ciclo se alimenta del secreto y la vergüenza. Quizás esta vez el ciclo de vergüenza pasaba por otra persona, pero la solución seguía en mí. Era consciente de a dónde podía llevarme la situación, así que me pude parar, verlo, saciarme con una pajilla y evitar el peligro. A fin de cuentas, mi casa y mi vida necesitaban mi atención y eso me entretuvo. La soledad es muy perra, pero encuentras cosas con las que ocupar el tiempo siempre.

¿Por qué escribo esto? Escribo por mí, para mí y no sabéis el alivio que es. Pero tengo en mente a alguien que ya casi nunca sale de casa. Que no hace más que lo que estáis imaginando. Quizás supongo demasiado si pienso que ha sentido o siente lo mismo que yo, muchísimo más amplificado. Quizás comprendiéndome, comprendo un poco a los demás. Por supuesto que este tema asusta, y si tenéis cerca a alguien que os estima, estarán tan asustados que no dudaran en usar toda la artillería para que abandonéis el consumo, incluido el avergonzaos. También escribo para ellos: NO nos avergoncéis. Estáis alimentando el ciclo de consumo. La enfermedad se hace fuerte en el estigma. Incluso a mí se me hace duro asimilar algunas cosas del chemsex. Intento que mis prejuicios no compliquen más la situación de los demás. A veces lo logro, el resto de las veces, no. Hay una cuña en internet que “Apoyo Positivo” produjo a petición de sus usuarios que propusieron tratar el daño que hace el estigma. Os recomiendo que la veáis. Quizás lleguéis a sentir algo parecido a lo que se siente cuando nos hacen sentir tan mal.

320Un saludo.

Pau

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