Una crisis

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Era una mañana del mes de abril en Madrid. Todo anticipaba un día de viernes normal, rutinario, tan sólo alterado por la escapada que planeaba esa tarde, un viaje relámpago a la costa, para salir de la monotonía de comer-trabajo-comer-gimnasio-comer-dormir en la que estaba instalado. Aunque lo cierto es que no todo era tan normal aquel día. La noche anterior, había estado experimentando la sensación de ansiedad y de fuerte deseo que solía anteceder a lo que yo llamo las crisis. Hacia casi tres meses de la anterior y ya me sentía confiado de que no iba a volver a pasar. No sé porqué la tarde anterior algo quebró mi fortaleza mental… una mirada de deseo de un chico en la sauna del gimnasio, la mera insinuación de una erección debajo de la toalla, fue lo que desató toda una serie de imágenes y reacciones en cadena que activaron en mí algo que ya creía muerto y superado…así que sin darme tiempo para reflexionar mucho, al llegar a casa me bajé por enésima vez otra de las apps que tantas veces había borrado antes… y esa mañana de viernes corriente, nada más levantarme, la abrí. No tardaron en llegar dos o tres propuestas y después de la ducha me entretuve con una que me pareció interesante por varios motivos, me ofrecía de manera inmediata colocón y sexo por tiempo tasado a cambio de dinero. En ese momento me pareció una idea fantástica y que además no iba en absoluto en contra de todo de lo que me había estado resistiendo esos meses, serían solo un par de horas, nada de perder el tiempo revisando perfiles y mandando fotos, un par de rayas y un polvo, todo medido y controlado y que me permitiría seguir después con mi vida como si no hubiera pasado nada. El hecho de pagar convertía el asunto en un capricho para mi, nada que me pudiera implicar personalmente, tenia que verlo como un paréntesis de relax, un merecido premio a la semana de mierda que acababa de pasar en el trabajo, algo así como un spa calmante y revitalizante, previo a mi fin de semana de playa. Así que nada que temer. Ni por el bajón posterior, ni remordimientos ni ideas obsesivas durante la resaca. Mi ansiedad me impidió que lo meditase mucho e impulsivamente llamé a mi jefe, le pedí el día de vacaciones y a los 15 minutos estaba en un taxi camino a mi cita, literalmente temblando por la excitación. La experiencia sexual que viví no la contaré en detalle, fue una de las peores de mi vida, aunque sigo teniendo erecciones al revivir algunas imágenes mentales muy borrosas. Mi amante profesional estaba muy bien surtido y las dos rayas fueron bastantes más y pasé de la mefe y el g a la tina y keta en cuestión de media hora. Así que cuando acabaron las dos horas del tiempo presupuestado yo estaba tan colocado que casi no me podía tener en pie. Aún así decidí que tenía que irme de allí. La aparente calidez inicial de mi pareja se había transformado en indiferencia, impaciencia y hostilidad a medida que las caladas a la pipa de tina y los minutos se iban restando de la cuenta inicial y el sexo se había ido volviendo más mecánico. Al final conseguí llegar a un bar donde dejé que pasaran las horas, tomando tazas de café que unas manos temblorosas apenas conseguían llevar a mis labios resecos, respondiendo a mensajes de apps aceptando citas que no tenía intención de cumplir y siempre bajo la mirada extraña de algún camarero. Cuando tuve fuerzas para subirme a un taxi y poder dictarle al conductor la dirección de manera inteligible, me fui a casa. El día de playa nunca llegó y sí una crisis más que sumar a mi historial.

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