La sauna, tal y como he hablado antes, puede ser un mundo atractivo, en el que todo es seducción, donde crees encontrar amistades y amores, que una vez sales por sus puertas, tanto ellos como tú, todas esas sensaciones desaparecen tras la ostia que te pega el sol cegador de las doce del mediodía después de haberte tirado dentro de la sauna dos o tres días seguidos y haberte gastado más de 150 euros entre la entrada, reentradas, cabinas privadas, bebidas y algo de comer. Continuar leyendo «SIETE: Jara y sedal, o la fauna en la sauna»